martes, 12 de marzo de 2013

Habilidades emocionales en la práctica


Al crearse nuevos hábitos mentales y emocionales, la vida se enriquece. Se favorecen la creatividad, la productividad y las relaciones interpersonales.

Nuestras emociones están presentes las 24 horas del día, nos afectan de manera visible e invisible y por ende intervienen en nuestro desempeño en el ambiente laboral. Somos seres inteligentes y emocionales. Sabemos que, a veces, las situaciones que vivimos no nos dejan satisfechos, que deberíamos haber respondido de otro modo, o podríamos haber evitado un desborde, o hubiéramos actuado sin irritarnos o... tantas otras cosas mejores, para nosotros y para quienes nos rodean.

Según diferentes autores la Inteligencia Emocional (IE) es el la capacidad de manejar el torrente de emociones que muchas veces nos desbordan, de modo tal que, al expresarse, lo hagan adecuadamente y con efectividad. Es poder reconocer las propias emociones y pasarlas por un filtro para que redunden en beneficio propio y ajeno. Es auto-dirigirnos y auto-equilibrarnos. Es actuar con habilidad y sabiduría. 

Nos suele resultar muy fácil razonar sobre estos postulados, aunque no suele ser tan fácil, lo decimos desde la propia experiencia, aplicarlo con constancia en la práctica real, es tan cierta la frase acuñada por Pascal en el siglo XVII: El corazón tiene razones que la razón  no entiende...

Hace algunos años que aparte de estudiar, investigar y observar sobre la IE, decidimos llevarla a nuestras propias vidas laborales, profesionales, personales y reconocemos que, algunas veces, nos sentimos perdidos o mareados al intentar encontrar el rumbo para salir de los enredos emocionales por los que transitábamos. Creemos que esto es normal e inevitable por momentos.

A menudo volvemos a formularnos la pregunta ¿qué es ser inteligente emocionalmente? Aparte de la conclusión propuesta por los estudiosos del tema sostenemos que en verdad, es disponernos concientemente a trabajar con nosotros mismos, para generar un cambio de hábitos emocionales, que nos lleven a lograr la flexibilidad necesaria para adaptarnos interna y externamente a las circunstancias de cada día con efectividad.

Todos conocemos, en mayor o menor medida, las alteraciones entre nuestra mente y nuestro corazón, pensamientos y sentimientos, a partir del impacto que nos producen las cosas que nos pasan.

El circuito emocional, en general, se da de la siguiente manera:

Sucede un acontecimiento en el trabajo, una situación imprevista, alguien que nos contesta mal. Acto seguido tenemos una percepción, observación o impresión de lo sucedido, luego interpretamos, pensamos, evaluamos el hecho y, casi indefectiblemente, surgen emociones, sentimientos creados por los pensamientos e interpretaciones conscientes o inconscientes. 

En este momento preciso es cuando comienza, a nuestro entender, la habilidad de ser inteligentes emocionalmente. Tenemos dos caminos: reaccionar perdiendo el control, lo que posiblemente nos puede llevar a justificarnos, bloquearnos o destruirnos; o responder utilizando la propuesta de la IE que nos permitirá con seguridad aprender, aplicar y trascender. Es nuestra elección.

El camino sugerido es:

De ser posible, reconocer y regular la emoción que químicamente se dispara, ser concientes de que queremos responder y no reaccionar y entonces utilizar estrategias como respirar, calmarnos, analizar lo sucedido, tomarnos un tiempo, para luego dar una respuesta adecuada a la situación.

Nuestra propuesta es que todos, siempre que estemos realmente dispuestos al cambio, podemos adquirir la destreza para conocer y manejar nuestras propias emociones, interpretar e interactuar con las emociones ajenas, con la finalidad de sentirnos satisfechos y eficaces en nuestro ámbito profesional, laboral y personal.

Fuente: Marcela Baudino, Daniel Collino - ByC Capacitación

09 de marzo de 2009


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